domingo, 29 de noviembre de 2015

AUTOCONTROL



Educando el piloto automático.

Film "Inside Out"

Todo ser humano tuvo en su vida alguna mala experiencia relativa a la falta de contención de sus envites emocionales dando lugar a una acción o comportamiento inadecuado frente a terceros. Impulsividad generada por un torrente de hormonas cegadoras que, como si de un demonio salvaje se tratase, en ocasiones, catapulta nuestra ira a límites inesperados. Es una función que al nacer, en una mayor o menor medida, a todos nos viene de serie. Su utilidad es de concepción cavernícola, preservar nuestra existencia a toda costa. Pero seamos realistas, en nuestro entorno urbanita, ni vivimos en cuevas cohabitadas por osos ni nuestros jardines ni parques son sabanas repletas de animales salvajes. 
 
Si alguna vez pudiste perder los papeles no te fustigues en exceso por ello, ¡somos humanos! Si al menos te percataste del error, y asumiste sus consecuencias, quizás sentaste las bases para tu mejora personal. El aprendizaje y la mejora comienzan por el reconocimiento de nuestros defectos y carencias. Lo que se acepta se mejora, lo que se niega se eterniza. Lo que empieza en cólera, acaba en vergüenza – Benjamin Franklin.

El Autocontrol se define como el proceso mental que nos permite manejar nuestros pensamientos y emociones para adoptar comportamientos y acciones acordes con los objetivos que nos hemos propuesto lograr. Cualidad directamente asociada a la capacidad del ser humano para inhibir determinadas respuestas límbicas o reacciones inconscientes en favor de otras más apropiadas a nuestros propósitos iniciales. El objetivo del autocontrol es llevarnos a buen puerto, nos ayuda a poner los medios para conseguir el éxito. Pero, si no somos un globo, ¿por qué estallamos cuando nos pinchan? La explicación se atribuye a factores genéticos y a nuestras experiencias de vida, o dicho de otra manera, a la interacción de las experiencias de nuestros ancestros con las nuestras propias.

Resulta paradójico, pero estudios científicos han determinado que el tipo de vida y las experiencias traumáticas de nuestros antepasados condicionan hoy en día nuestras conductas. Aunque es un hecho evidente que el ser humano ha evolucionado de manera sustancial a lo largo del tiempo no puede extraerse la misma conclusión en lo relativo a su sistema emocional. En consecuencia, podemos concluir que una parte de la programación de nuestro cerebro viene predeterminada y es consecuencia del aprendizaje heredado a lo largo de generaciones. Tal vez por este motivo un bebé teme mucho más a un reptil que a un enchufe eléctrico, si bien es el segundo el que representa un mayor peligro potencial para él.

Nuestro cerebro dispone de un mecanismo de tipo piloto automático que está en constante alerta ante potenciales amenazas. Y dispone de un mecanismo de autodefensa letal para hacer frente a las situaciones que generan estrés, las emociones. Las emociones son enormes descargas de energía cerebral que alteran nuestro estado corporal y nos predisponen a realizar comportamientos específicos. Órdenes profundas y primitivas que nos predisponen a afrontar los acontecimientos de manera extrema, como si fueran de vida o muerte, y que han sido la clave, en ocasiones, de salvar la vida al ser humano.
Pero seamos honestos con nosotros mismos; no todas las situaciones que nos generan estrés son de vida o muerte ni merecen una respuesta extrema. La clave reside en determinar con mesura las implicaciones reales que entrañan las situaciones que nos generan dicho estrés. La Percepción, que no siempre es igual a realidad, será por lo tanto la variable fundamental en la aparición del estrés. La inmensa mayoría de los conflictos de la humanidad tienen su origen en conflictos de percepción. Estos conflictos podemos tenerlos con terceros, o con nosotros mismos. Pongamos entonces sosiego en nuestras percepciones.

Cuanto mayor sea la Percepción sobre el riesgo que origina una potencial amenaza, de mayor intensidad será la reacción que desencadena la Emoción asociada a la misma. Además el cerebro del ser humano es peculiar. La desaparición de la causa que engendra la amenaza potencial no garantiza la desaparición inmediata de le emoción atribuida a la misma. El cerebro es capaz de dejar el sistema de alarma conectado una vez pasado el peligro. Este hecho nos desgasta muchísimo y puede desencadenar incluso lesiones orgánicas si los pensamientos negativos afloran de manera continuada. 

                                       "Solo Respira" - Julie Bayer Salzman & Josh Salzman

Nuestra mente tiende a enredarse en los pensamientos asociados a las experiencias del pasado, tanto a las negativas como a las positivas. Independientemente de que sean correctos o no dichos pensamientos, éstos desencadenan convicciones que nos creemos a pie de juntillas y que refuerzan aún más nuestras ideas preconcebidas. Este hecho nos resta claridad para afrontar el presente, condiciona inevitablemente nuestros juicios y da lugar a interpretaciones no siempre adaptadas a la realidad o paradigmas. Por este motivo sobre-reaccionamos ante determinadas situaciones. Si la mayoría de los roces vienen asociados a conflictos entre percepciones divergentes, aprendamos a percibir sin juzgar y a ignorar nuestros propios pensamientos.

¿Pero dónde reside el interruptor para lograr el cambio? 

Algo tan simple como realizar de manera consciente dos respiraciones profundas puede ayudarnos a mantener a raya a nuestros impulsos e imposibilitar que nos arrastren las emociones. Las emociones están ahí, se vuelven nocivas si el motivo que las causa es de origen violento para nosotros o de larga duración. La capacidad de cambio reside en nuestra habilidad para regular nuestras emociones. Si una emoción está a punto de desbordarnos debemos ser capaces de identificarlo y tratar de retomar el equilibrio. Para ello podemos emplear un lenguaje sereno con nosotros mismos de tipo cháchara mental. El tipo de lenguaje mental que empleemos determinara el nivel de intensidad de nuestra reacción. Podemos definir incluso un sencillo protocolo:

1. Identificación de la emoción: “esto es un enfado”.
2. Aceptación o Acogida amable: “bienvenido Sr enfado”.
3. Exploración: ante el cuerpo desbocado, “quieto cuerpo, aquí mando yo”.
4. No identificación: “no pienso enfadarme, yo no vivo enfadado”.

Las emociones tienen un punto alto y otro bajo de intensidad. Son como las olas del mar de nuestra mente que vienen y van. Es cuestión de surfearlas mediante la ayuda de un lenguaje interno amable con nosotros mismos para que no nos arrastren. Se trata por lo tanto de anticiparse y ralentizar nuestra mente antes de saltar al vacío y tomar las riendas de nuestra vida.

¿Cómo aplica el Autocontrol en las Organizaciones?

Por muy loables que sean los objetivos definidos por los Gestores, éstos no han de caer en la trampa de escudar sus reprobables acciones en la excusa de la necesidad imperiosa de la consecución de dichos objetivos. La consecución de un objetivo cuantitativo puede ser algo puntual y no por ello garantizar la continuidad de los beneficios atribuidos al mismo de manera estable. Al contrario, si somos capaces de alcanzar nuestras metas sin impregnar de cadáveres el camino estaremos contribuyendo a nuestra excelencia y no a la mal llamada supervivencia que agoniza una vida miserable. Gestionar sin Autocontrol da como resultado una organización desequilibrada, descontrolada, desorientada y conducida por la ira o el miedo. Una fragata que encalla con la mar en calma, no explota todas sus capacidades y ahoga toda su creatividad. 

Aquél que domine sus emociones y comprenda las de los demás tendrá una ventaja sobre el resto para que su equipo progrese. El Autocontrol será vital para el buen Gestor. En la próxima entrada de Molinesia abordaremos algunas pautas para mejorar esta cualidad. No es tarea sencilla, si bien pueden realizarse progresos sustanciales a través del entrenamiento sutil, entre otros, del músculo de la atención. Dani Molinero – Molinesia ©

domingo, 1 de noviembre de 2015

DIVERSIDAD



Huyendo de las organizaciones bufónicas.



Foto: Dani Molinero
El pasado Julio en Manhattan tuve la inmensa 
fortuna de poder pasear por la sede de la Organización de las Naciones Unidas. Una majestuosa mesa en la que contemplar la interacción ordenada de hasta 193 Estados Miembro con sus respectivos equipos de traducción. Grata experiencia poder contemplar el epicentro de las políticas de desarrollo global. Si las mesas de la ONU son necesarias, no los son menos sus oficiales y voluntarios de campo residentes en Trípoli, Beirut, Al Qaim o Darfur (por algunos de estos lugares también paseé). 2.600 millones de dólares de presupuesto institucional orientados a la acción en materia de paz y seguridad, desarrollo, derechos humanos, ayuda humanitaria y legislación internacional. Maquinaria de precisión destinada a cohesionar todo lo que nos une, o debiera unirnos. Tarea compleja y camino sin final, si bien nos enriquece la Diversidad y la experiencia derivada de la misma


Foto: Dani Molinero - Al Qaim - Iraq
La naturaleza del ser humano empuja a la mayoría a rodearse de seres semejantes impulsándolos a vivir una vida relajada y de baja exposición al conflicto. Prima para ellos la necesidad imperiosa de afianzar sus valores a través de la aprobación de terceros, diluir sus miedos y compartir sus creencias con compadres afines. Buscan ante todo protección en espacios de seguridad adoptando para sí los códigos y actitudes comunes al Grupo. Se trata de los abanderados de la comodidad y el conformismo, quienes anteponen la armonía a la plenitud. Sosiego, monotonía, unión y coherencia (continuidad a la herencia recibida; no confundir con “congruencia”). 
 
Pero existen al mismo tiempo otro tipo de sujetos con la necesidad de explorar y centrar el foco en nuevas experiencias. Extroversión, curiosidad, flexibilidad, exploración y necesidad de aprendizaje continuo. Ellos han hecho de su libertad su carta de identidad y de abandonar su zona de confort su mayor ejercicio de felicidad. Huyen de la autocomplacencia y aceptan la crítica de otros como algo innato al ser humano; decir algo sin que nadie se moleste no encaja en su filosofía. Hay pocos y no son de estar ahí, aquí o allí, sino que están en todas partes. Aunque el totalitarismo se ocupe de enmascarar su brillo, ellos seguirán lanzando sus destellos con el propósito de alumbrar nuevos horizontes.

Foto: Iker Irure - United Nations
Partiendo de la base de que nada es ideal puede ser beneficioso rodearse tanto de los primeros como de los segundos. A diferencia de nuestra familia, la cual nos viene impuesta, en el terreno personal corresponde a cada uno elegir su grupo de compinches con quien compartir experiencias, inquietudes y hasta proyectos de vida en común. ¡Faltaría más! Cada individuo es dueño de sus actos y de las consecuencias derivadas de los mismos. O al menos, así debería ser. ¿Pero qué fórmula es la más adecuada para avanzar hacia equipos de alto rendimiento en nuestras organizaciones?


La caída del telón de acero y la irrupción del mundo 2.0 vienen transformado la realidad y lastrando el devenir de nuestras empresas de manera incuestionable. Dicen los gurús que tras la adhesión del segundo mundo al primero nada volverá a ser lo mismo. ¿Y si fuera cierto? El tamaño importa (Kodak, Sega, Nokia,…), pero ni siquiera este hecho garantiza el éxito en mercados de evolución frenética, competencia feroz y necesidad imperiosa de adaptación. Según varios estudios las causas principales de dichos fracasos son por este orden la falta de personal con capacidad y experiencia, la incorrecta coordinación y gestión de los equipos de trabajo así como la inadaptación de los puestos solicitados a la realidad del mercado objetivo. Fomentar la camaradería excesiva, el buen rollo y la negación de los conflictos redunda en la falta de estímulo para el grupo. La incapacidad de definir metas ambiciosas, la falta de cuestionamiento y la autocomplacencia son las señas de identidad del escepticismo y el atril de la mediocridad.

¿Entonces, cómo conformamos las organizaciones para el nuevo escenario

Pablo Nogaledo, un músico percusionista brillante, me explica que los mejores violinistas tocarán buena música pero que nunca conformarán por sí solos la mejor orquesta. No es posible adaptarse al cambio sin la estimulación del mismo. Por ello se antoja tarea indispensable de los Gestores el fomentar la diversidad en sus organizaciones y aceptar lo que ello conlleva. Partiendo de la base de que nadie es dueño de toda la verdad se tratará de promover en la organización el enriquecimiento a través de las desavenencias. Será tarea inexcusable del Gestor aceptar un índice algo más elevado de discrepancias y crear un marco donde las personas puedan gestionar la realidad de sus diferencias con proactividad. De puertas adentro, el dinamismo surgido entre sujetos de mentalidad diferente debe enriquecernos contribuyendo a la ruptura de paradigmas y estructuras mentales erróneas; esas que lastran el desarrollo de nuestras organizaciones. De puertas a fuera, en cambio, dicha diversidad redundará en cada vez más fructíferas interacciones y relaciones con la cada vez más reinante complejidad de nuestros entornos. Impulsar actitudes retadoras al Status Quo conducirá irremediablemente a un escenario de nuevas preguntas. Los pies en el suelo y la mente en el universo.

Invito a los Gestores a impulsar la diversidad en las organizaciones. A aprender en definitiva a gestionar lo paradójico y a promover la singularidad de las personas como factor diferencial. A huir de las organizaciones bufónicas y a sentar las bases para los retos del futuro. Para avistar el océano azul será necesario mojarse. Coraje y conciencia para afrontar el cambio. La mente que se abre a una nueva idea, jamás volverá a su tamaño original – Albert Einstein. Dani Molinero – Molinesia ©

lunes, 12 de octubre de 2015

RESPONSABILIDAD



Enseñar a pensar.



Un mensaje de Luis, profesor de secundaria y uno de los fieles amigos de Molinesia desde su primer avistamiento, me da pie a desarrollar el concepto de la Responsabilidad. ¡Luis, muchas gracias por todo Tío! Luis me preguntaba, en concreto, por el papel de los lobbies en la política. Sinceramente no es éste un campo en el radar directo de Molinesia. Podríamos hacer fluir Amazonas de tinta al respecto; pero no, no será ésta la tormenta que provoque el desborde. Eso sí, de manera muy simplista y a modo ilustrativo, relativo a los lobbies, me viene a la memoria una frase de un Profesor de una prestigiosa escuela de negocios americana a la que asistí; nacido el sujeto en USA pero de apellido italiano: “corporate lobbyists are everywhere in the USA but only in the doors of the Parliaments in Europe”. Ahí queda su reflexión.

Me reservo por lo tanto mi opinión y evito extenderme en lo relativo a la interacción existente entre grandes empresas, sus grupos de influencia y los gobiernos. Prefiero abordar el término de la Responsabilidad en el ámbito más cercano que nos compete. La Responsabilidad del Líder en las organizaciones. Podemos mirar hacia el exterior o hacia el interior. Pero para ser primero responsables con los de fuera, debemos serlo primero con los de dentro y con nosotros mismos. 

La Responsabilidad es el precio que el Líder está dispuesto a asumir para alcanzar su sueño de ser un Líder; es un acto de amor hacia uno mismo en tanto en cuanto su adopción implica comprender que es en las decisiones y acciones dónde reside el poder de transformarse en aquello que uno ansía profundamente. Esta cualidad viene determinada por la capacidad del Gestor de asumir las consecuencias de los actos promovidos, tanto de los suyos propios como de los del resto de la organización en su conjunto. El Líder puede delegar tareas, pero resulta iluso delegar la responsabilidad o eludirla. Un buen Líder no debe promover el desaliento, no culpa a los demás ni se escuda en la falta de medios o herramientas. Fomenta el acompañamiento de cada lamento con nuevas propuestas. Comienza por reconocer sus fallos y asumir los errores del grupo como propios. Sólo mediante el reconocimiento de éstos estaremos sentando la base para rediseñar e impulsar los fundamentos de la mejora, el trazo del éxito.

El líder tiene la obligación de conseguir la mejor versión de sí mismo, así como la de sus colaboradores, Responsabilidad ambiciosa. En definitiva la asunción de la Responsabilidad debe comprometerlo a explotar todo el potencial de su organización en cada momento. El Líder es también responsable de lo que no hace. No debe convivir únicamente por tanto con la desidia de la comodidad del presente, sino que además debe tener el coraje suficiente para tomar las decisiones que garanticen el futuro de las siguientes generaciones, la Ambición responsable. Todo ello preocupándose por el bienestar de sus trabajadores y de la masa social organizacional así como por el de su entorno y Stakeholders: liderar por el bien común, en definitiva.

Los Gestores de las organizaciones excelentes estarán comprometidos con la creación de bienes y servicios orientados a los ciudadanos mediante actividades que disminuyan sus impactos negativos en las condiciones de vida; se tratará de hacer buen uso del entorno minimizando el impacto y la degradación del mismo. ¿Pero cuál es la Responsabilidad que debe asumir cada uno de nosotros como consumidores o ciudadanos?
 
La Responsabilidad individual viene determinada por el compromiso adquirido con uno mismo más una actitud amable y constructiva en la interacción con nuestro entorno. La responsabilidad empieza por la actitud de uno mismo, distanciándonos de la mezquindad del quejido social reinante en nuestros días. Se trata de huir de las pegajosas garras de la reacción inmovilista y de fomentar la respuesta consciente; de desarrollar un nivel de conciencia plena orientado al resultado de nuestras acciones sustentado en el compromiso con nuestros principios y valores. ¿Estamos a favor de la explotación laboral infantil?, ¿Nos cautiva o nos molesta la mal llamada publicidad semanal del hipermercado de turno que colapsa nuestro buzón?, ¿es correcto que tal o cual empresa fusile toda vida posible en nuestros ríos? o ¿nos seducen las mentiras piadosas de algunos fabricantes de automóviles?

La responsabilidad en la compra o contratación de servicios por parte del ciudadano es vital. Conforme más avanzado sea el sistema educativo de un país, aquel que fomente la inteligencia inconformista o pensamiento crítico, cobrará más importancia para sus ciudadanos el Cómo, o de qué manera se satisfacen sus necesidades. Si sólo nos centramos en el Qué proliferará el uso partidista de los conceptos de sostenibilidad y ecología. Tenemos la capacidad y por lo tanto el deber de pensar por nosotros mismos, en lugar de seguir opiniones de manera pasiva. Sostener creencias erróneas de terceros es demasiado cómodo. Piensa en el sentido de lo que haces, no en lo que dices. No podemos silenciar el estallido que provoca una botella en el contenedor de reciclaje con la falsa creencia de que es lo menos malo (una visita a cualquier supermercado centroeuropeo desmontaría dicha creencia) ni resignarnos a tener que sortear decenas de monumentos urbanísticos (badenes) a diario que aumentan el tamaño de nuestra amígdala con cada paso, ni caer en el mezquino debate de incineradoras, enésimo contenedor o puerta a puerta. Y es que cuando el hilo principal de la gestión de un municipio se convierte en el debate de las basuras, huele indudablemente a basura de gestión. Y es de sobra conocido que cuando se hurga tanto en la basura, ésta acaba apestando. ¿Cada vez se recicla más o tal vez cada vez generamos más basura? Acometamos nuestras decisiones de compra como ciudadanos desde una nueva perspectiva. La sostenibilidad se merece unos cimientos más robustos. Ante debates mezquinos de dualidad partidista ignoremos la A y la B para responder con nuestra propia C de Consumo responsable.

Responsabilidad Corporativa, Responsabilidad Política y Responsabilidad Individual. El ciudadano que piensa y comparte sus pensamientos se convierte en Líder o ciudadano influyente. Sí, Sócrates fue ejecutado en el año 399 a. C; su pecado, promover el pensamiento crítico en el consistorio ateniense; su sentencia motivada según el mismo por la falta de escucha activa del tribunal (si hubiese tenido más tiempo para explayarse hubiera convencido a los jueces de su inocencia); siglos después su país encabeza el desmoronamiento europeo. Seamos capaces de desarrollar nuestra capacidad de pensamiento y actuar conforme a nuestros principios reales. Proyectemos el destello de nuestra conciencia a las multinacionales y propongámosles una honesta batalla: condicionar su rentabilidad a la utilidad de sus actos para los individuos y para la sociedad. Si no podemos educar a los políticos ni a sus grupos de influencia promovamos y adquiramos los productos y servicios de aquellas empresas que la gente quiera que existan. Dani Molinero – Molinesia ©