lunes, 21 de septiembre de 2015

AUTOCONFIANZA




Foto: Dani Molinero
Puedo porque pienso que Puedo.



La confianza es la premisa fundamental para cualquier tipo de relación intensa y duradera, ya lo sea ésta de índole profesional o personal. Una cualidad que ni se gana ni se pierde, sino que se transforma a lo largo del tiempo. La confianza debe ser dual, mutua. Y se debe buscar el espacio para fomentarla, para lograr la conexión. ¿Pero cómo proyecta e inspira el Gestor dicha confianza? 


Si queremos proyectar confianza necesariamente tendremos que tener confianza en nosotros mismos, autoconfianza. Nadie te dará nada de lo que no tiene o no le pidas burbujas a un café. La Autoconfianza será una característica vital para que el Líder inspire confianza a su equipo, para encontrar el camino por el cual transitar.

“Puedo porque pienso que puedo”, eslogan vital de Carolina Marin, bi-campeona del mundo de bádminton. Quisiera manifestar mi total ignorancia por el mundo del bádminton profesional; ni siquiera me sonaba el nombre de la Campeona hasta escuchar dicho eslogan que, sinceramente, me sedujo. Algo parecido había sido mencionado por Henry Ford en el pasado, tanto si piensas que puedes, como si piensas que no puedes, estarás en lo cierto. Me quedo con la versión actualizada de Carolina. Más sencilla, más concisa, y más cercana. Irremediablemente, la actitud transforma la realidad.

¿La vida te domina a ti o tú dominas tu vida? La Autonconfianza o la confianza en sí mismas ayuda a las personas a asumir el control de las circunstancias en vez de dejarse arrastrar por ellas. Cualidad sustentada en el individuo a partir de las vivencias y experiencias pasadas que le aportan luz para el futuro. La Autoconfianza debe estar sustentada en algo y se puede pecar de ella tanto por defecto como por exceso. Pero sobre todo, intentaremos resaltar que se trata de un concepto que se puede desarrollar. El autoconcepto, la autoestima y la autoeficacia son los tres pilares fundamentales de la Autoconfianza. Atributos complementarios entre sí, pero no sinónimos. Pasamos a caracterizarlos de manera individual.

Autoconcepto: todo empieza por conocernos a nosotros mismos, por la imagen que tenemos de nosotros mismos. A su vez nuestra autoimagen se ve irremisiblemente retroalimentada por la actitud que tienen otros hacia nosotros. Tú eres lo que los demás opinan de ti cuando tú no estás. Los mensajes percibidos de terceros estimulan nuestras propias creencias. Por lo tanto somos esencialmente lo que proyectamos y esa es nuestra autoimagen, a no ser que decidamos convertirnos en ignorantes. De todo hay en la vida del Señor.

Autoestima: nivel de aceptación o autoaceptación que emana de la valoración que hacemos de nosotros mismos en relación a los acontecimientos personales acumulados a lo largo de la vida. Podemos sentirnos capaces o incapaces, inteligentes o limitados, atractivos o aburridos, etc. Este sentimiento de uno mismo cobrará influencia vital a la hora de poder desarrollar todo el potencial como individuo.

Autoeficacia: término que deriva de la creencia en nuestra propia capacidad para desarrollar tareas futuras. Lo importante es la evolución de dicha capacidad y que los objetivos propuestos sean más ambiciosos conforme vayamos consiguiendo otros objetivos. Cualquier  nuevo reto implicará  aceptar las limitaciones que tiene uno mismo para intentar superarlas. Se trata de exponerse, de promover el esfuerzo y la perseverancia para superarlas.

¿Pero cómo desarrollamos la autoconfianza? 

La autoconfianza nace en la cuna, o incluso antes, nada más salir el bebé del vientre de la madre a un entorno desprotegido. Su desarrollo comienza con el sentimiento afectivo de la criatura con su madre o la persona que lo cuida la mayor parte del tiempo; el apego. Este sentimiento viene determinado por la atención y contacto en modo de caricias y calor humano dispensado por el cuidador y que es considerado por el bebé como el firme compromiso para ocuparse de él y protegerlo. El hecho de sentirse apoyado en todo momento transforma al bebé en un niño autoconfiado dispuesto a abordar nuevos retos. Por el contrario la falta de emociones positivas y la incomprensión junto con los déficits de atención y cariño revierten en sensaciones de inseguridad y temor para afrontar los acontecimientos de la vida. El contexto y las circunstancias de la infancia son por lo tanto fundamentales, ya que condicionarán todo el desarrollo posterior. A los niños les gusta hacer lo que los demás dicen que no son capaces de hacer, … ¿y a quién no? Por lo tanto debemos encauzar esta predisposición de manera positiva y proporcionarles experiencias que fortalezcan la seguridad en sí mismos. Desde la muy temprana infancia por lo tanto se trabaja la autoconfianza. 

Si bien los primeros años de vida resultan vitales en el desarrollo de la misma debemos asumir la necesidad de ir trabajándola día a día a lo largo del tiempo. La consecución de metas nos proporcionará la confianza y seguridad para abordar otras más altas. Debemos ser conscientes de nuestras capacidades, pero también de nuestras limitaciones para poder superarlas. A lo largo de la vida perdimos algunos talentos, y tal vez desarrollamos otros. Para superarnos en ocasiones podemos recurrir a talentos que dejamos atrás. Seguro que con reflexión y esmero podemos recuperar algunos. Pero también podemos recurrir al desarrollo de nuevas capacidades. Nuestra capacidad de huir de nuestra zona de confort y de poner en marcha nuestra capacidad de exploración será vital. 

La seguridad está en uno mismo, es la autoconfianza. Se trata básicamente de conocerse bien, de creer en uno mismo y de querer seguir aprendiendo de uno mismo mediante estímulos positivos, independientemente de los éxitos o fracasos cosechados. Sólo fracasa aquel que se da por vencido. Todo parece imposible hasta que se hace (Nelson Mandela).

Cuídate y cuida a los tuyos, huye de tu zona de confort, planta cara a tus miedos, vigila tu salud y alimentación. Depende de ti fundamentalmente; tu actitud y tus pensamientos condicionan la realidad. Con actitud positiva y un buen entrenamiento incluso puedes modificar tu personalidad. Toda rutina practicada 21 días seguidos, se convierte en hábito. Potencia entonces cada día los buenos hábitos. Esmérate y ponte guapo, mírate al espejo cada mañana y dite a ti mismo antes de salir por la puerta: “hoy va a ser un gran día”. Dani Molinero – Molinesia ©

jueves, 3 de septiembre de 2015

LIDERAZGO



El poder de la Seducción.

Foto: Dani Molinero

Liderazgo: dícese del término de vanguardia en boca de todo profesional que se precie en el mundo de las organizaciones. Acepción más o menos abstracta y asociada habitualmente a múltiples definiciones de carácter poco explícito. Ni siquiera la definición de la RAE nos otorga demasiada luz (Liderar: Dirigir o estar a la cabeza de un grupo, de un partido político, de una competición, etc.). Definición demasiado simplista para un término tan relevante.

En el presente no podemos concebir el Liderazgo Organizacional como un término estático, ni tampoco plano. Un acercamiento más preciso a él implicará necesariamente la aceptación de la singularidad del mismo. Singularidad de dimensión múltiple, asociada a un ferviente nivel de dinamismo. Es por ello que, en lugar de centrarnos en la propia definición, será más ilustrativo caracterizar la función vital del mismo.

El Liderazgo viene necesariamente asociado a la capacidad de poder ejercer Influencia sobre los demás. Influencia para incitar a la acción e impulsar la consecución de un objetivo. Dicho de otra manera, estimulación de la acción de terceros asociada a un fin que puede ser constructivo o destructivo (Adolf Hitler también era un Líder). 

¿Pero cuál será la actidud más propicia del buen Líder para influenciar a sus colaboradores?
A lo largo del tiempo el Poder se presenta como el atributo de dimensión más primitiva para ejercer la capacidad de influencia. Autoridad vertical promovida por el “jefe” o imposición de la jerarquía. A través del Poder se gobierna promulgando acciones concretas, que dan, en el mejor de los casos, con las soluciones esperadas. Acción reactiva (lenta) canalizada a través de altas dosis de control con el empleado. Los protocolos de control desmesurado son la base de alimentación de la desconfianza. El protocolo como arma defensiva, el Poder del protocolo ante la ausencia del sentido común.

El Gestor actual debe promover la dimensión suprema del Liderazgo. Todo buen Líder que se precie tiene la obligación de conseguir la mejor versión de sí mismo, así como la de todos aquellos que lo rodean. El concepto vital es por tanto la capacidad de Inspiración ejemplarizante sobre los demás, la virtud de alinear a los colaboradores con el objetivo común; la tracción mediante la convicción, supresión del control y altos niveles de autonomía. A través de la Inspiración se conseguirá todo lo que se  consigue mediante el Poder, además de intangibles colaterales. Intangibles a modo de propuestas adicionales y enfoques alternativos, en cada caso, independientemente de que fuesen solicitados o no. En consecuencia, la conjugación de todo ello revertirá en la consecución de logros extraordinarios. La inspiración genera muchísima más riqueza. No solo enriquece a las organizaciones en su conjunto, sino a todos sus miembros de manera individual. 
 
¿Pero cómo ejercer un Liderazgo influyente?
El Líder nace y se hace. Ambos conceptos son necesariamente complementarios. Es cierto que existen los líderes naturales; su cualidad principal es el Carisma o el don natural de la atracción para persuadir, seducir e influenciar. Personas que tienen una gran accesibilidad y proyectan gran atracción en la primera impresión mediante su presencia, palabra o personalidad. Además la sonrisa, la cercanía y la amabilidad contribuyen a generar el primer impacto. Pero no sólo de primeros impactos vive el Líder, sino de comportarse como tal de manera continuada. 

Lo importante es la actitud. Partiendo de la base de que el ser humano puede ser capaz de modificar su conducta a través del aprendizaje, todo el mundo puede convertirse en un Líder influyente, o al menos mejorar su capacidad de influencia. La formación y la experiencia son factores determinantes. No sé trata por lo tanto únicamente de haber nacido con las cualidades innatas del Líder natural, sino también de forjar una trayectoria ejemplarizante en el tiempo. Pero antes de ser capaces de seducir a los demás, deberemos ser capaces de seducirnos a nosotros mismos. Convertirnos en Líderes puede ser un objetivo ambicioso, pero alcanzable. El camino hacia la isla Molinesia irá abordando las pautas necesarias para ello. ¡Disfrutadlo! Dani Molinero – Molinesia ©